Entre el 30% y el 40% de las mujeres tienen miomas. La mayoría no producen síntomas y las pacientes ni siquiera son conscientes de que los tienen, así que no requieren tratamiento. En algunas mujeres provocan hemorragias, dolor abdominal, presión y subfertilidad y éstos son los casos que pueden abordarse quirúrgicamente con la miomectomía. Existen distintas modalidades de acceso: miomectomía abdominal, miomectomía histeroscópica y miomectomía laparoscópica.
La miomectomía deja el útero intacto y por lo tanto es el tratamiento preferido para eliminar los miomas en la mujer que busca tener hijos. La capacidad de lograr el embarazo aumenta con la miomectomía, pero no está garantizada. En función del tamaño y la ubicación de las incisiones, cabe la posibilidad también de que después de una miomectomía se necesite una cesárea para el parto.
Los miomas adheridos a la parte externa del útero por un tallo («miomas pedunculados») o los miomas superficiales que se ubican cerca de la superficie externa («miomas subserosos») son los más fáciles de extirpar mediante laparoscopia. En cambio, los que crecen dentro de la pared uterina («miomas submucosos») son más difíciles de eliminar mediante laparoscopia y es más habitual que se proceda a la miomectomía con acceso abdominal.
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